Es difícil explicar la solidaridad a otros porque es difícil definirla. Y, sin embargo, para muchos de nosotros es una prioridad educar en solidaridad a nuestros hijos. Aquí recopilamos algunas claves y consejos que pueden ayudarnos a la hora de criar niños en valores de empatía, respeto, inclusión y solidaridad.

Empecemos imaginando la solidaridad no como una cosa en sí misma sino como un elemento más de una torre. El remate de una estructura que debe tener un fuerte sustento debajo.

1. Empezar en casa, en el entorno y con las personas que conocen.

La primera referencia de «lo externo» para un niño es su hogar y su círculo familiar más inmediato. En este marco es donde debemos comenzar el camino para que abran sus mentes a otras realidades, para que adquieran la base de la empatía. Ayudar a los padres, respetar a los hermanos, compartir. Estos son los primeros pasos.

2. Ponerse en lugar de los demás

«¿Cómo te sientes tú cuando…?». Igual que nos ocurre a los adultos, los niños tienen dificultad para equiparar su experiencia a la de los demás. Nos enfadamos si alguien nos hace daño, pero nos cuesta entender por qué alguien se ha enfadado con nosotros «Por tan poca cosa». El egocentrismo es necesario y de lo más natural, hasta un cierto punto. A partir de ahí hay que darle un empujoncito a la empatía para que crezca y se desarrolle. En este aspecto, como en muchos otros, lo más efectivo es «predicar» con el ejemplo. ¿Y qué mejor ejemplo podrían ver que la acogida?

3. Reconocer (y disfrutar) lo afortunados que somos

Quienes vivimos – con más o menos recursos- en una sociedad con servicios esenciales y universales, apoyos y comunidades abiertas, tendemos a dar estas ventajas por sentadas y perdemos la perspectiva de nuestro privilegio. Es importante pararse a reflexionar, junto a nuestros hijos, sobre las responsabilidades y los privilegios que supone vivir en un Estado del bienestar. No se trata de inculcar culpabilismo sino conciencia. Apreciar y disfrutar de las ventajas de las que disponen será la base que ayude a entender a nuestros hijos todo lo que otros niños -iguales que ellos, con los mismos derechos– no tienen.

4. Explorar otras realidades

Idealmente, esto quiere decir viajar. Pero no es la única opción. La lectura es otro método de viaje. En cualquier biblioteca local encontramos libros infantiles que educan en valores solidarios, novelas desarrollar la empatía y atlas que sintetizan las realidades de otros países en un lenguaje que nuestros hijos pueden entender. Recordemos también que vivimos en la época dorada de los documentales. Si bien no es fácil viajar al Sahara, en un vídeo documental podemos ver las caras, oír las voces y vivir las costumbres, el entorno de otras gentes. También tenemos la suerte de pertenecer a una sociedad multicultural. Y, reconozcámoslo, los niños no tienen ningún problema en jugar e interactuar con quienes parecen distintos. Somos los padres quienes, con intención o sin ella, tendemos a socializar más con quienes más se nos parecen.

5. La recompensa de ser solidarios

A veces se nos olvida, pero la cara de orgullo de un padre o una madre es uno de los mejores regalos que puede recibir un niño. Y, además de las validaciones externas, es importante y beneficioso para nuestros hijos que encuentren recompensas a su esfuerzo en su interior. Si demuestran empatía y solidaridad por los demás, hagámosles saber lo orgullosos que estamos. Pero también debemos ayudarles a entrenar su autoestima, que aprendan a reconocer esa agradable sensación que se produce cuando sabemos, sin duda ninguna, que hemos hecho algo bueno por otra persona.

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